sábado, 30 de abril de 2011

Liberaron a Matías Faray


La jueza no bancó las presiones y tuvo que cumplir con la ley. Gracias a los que leyeron y difundieron. Es una buena noticia, pero a medias. La situación que padeció Matías y de la que pudo salir gracias al apoyo de uno de los equipos de abogados más groso del país y con varios medios denunciando lo que pasaba, es la misma historia por la que están pasando bocha de pibes en todo el país. Si no tenés la suerte de Matías, quizás corras la de William Vargas, el pibe de Mendoza al que largaron luego de que las torturas que sufrió llegaran a las organizaciones de DD.HH. Pero, la mayoría de las veces, no hay ni abogados, ni medios, ni videos. Por todos esos pibes tiene que cambiar la ley de drogas, otro de las enseñas que el turco nos legó.

jueves, 28 de abril de 2011

Marche una nueva ley de drogas


Matías Faray está en cana desde el 14 de abril por cultivar sus propias plantas. El relato policial comparte pormenores con todas las causas en las que actúa una policía que, apañada también por la actual ley de drogas, sigue sumando ilegalidad (como se deduce de sus cajas negras, vínculos y acciones), torturas (como en el caso del peón rural William Vargas y gran parte de los detenidos por diferentes causas) y desapariciones (como en el caso de Mariano Arruga, quien luego de ser levantado por una tuca ingresó a la amansadora de extorsiones que culminó con la pérdida de su paradero).
En lo que a la Justicia respecta, para prueba un botonazo: la jueza de garantías de Morón, Mónica Osornio, quien le niega la libertad a Matías por considerarlo peligroso y en riesgo de fuga, es la misma que le concedió al pedófilo Julio César Grassi el arresto domiciliario.
Liberen a Matías ya.

viernes, 15 de abril de 2011

Usurpadores


Hace unos días tuvimos que hacer tiempo en el barrio más opresivo de nuestra ciudad. Bien precisamente en la esquina de Montevideo y Quintana, en un bar donde el café con leche "en tazón" cuesta casi 20 pesos. Elegimos a la medida de nuestro bolsillo y decidimos que era un buen tiempo para tirar por la borda leyendo diarios y revistas.
Once mesas, máximo. Dos ejemplares de La Nación, uno de Clarín y revistas correspondientes y otras de moda. Cero todo los demás.
Leer La Nación en casa es una brabuconada. Leer La Nación en Recoleta es la posibilidad de entender un poco mejor como realmente piensa el enemigo. Ver algo más de esa estructura vertebrada que guarda un corazón que identifica, vigila y desprecia lo distinto, como todo corazón.
Las palabras, en este contexto, empiezan a lucir su lomo específico, su severidad semántica. Acá hay una manera clara de decir. Policía, inversiones, usurpación, miedo, seguridad, merodear, satisfacción. De este lado de la ciudad todo es exactamente como tiene que ser. Acá la distancia entre significado y significante es casi tan fina como lo que nos queda de voluntad.
Las fotos son del país, mirado desde otro país, robadas desde el otro lado de la muralla y el alumbrado público que custodia el núcleo del que nace la idea del tiempo en la que vivimos todos. El lugar desde el que se precia el tiempo es el tiempo. Porque en Recoleta está el todo que hizo de las partes su ciudad. Pero no hay que confundir las veredas impecables con el amor, ni la pulcritud con el cuidado: en este particular territorio civilizado lo público es una amenaza de lo privado.
Página 14 y 16: En la villa San Martín hay gente que alquila una pieza por 750 pesos. Los corredores escolares fueron creador para que los chicos que van al colegio caminen por calles vigiladas. En este boulevard usualmente se congregan menores drogados que amedrentan y roban. El colegio San Martín de Tours dictará clases de seguridad. Chicas de 16 años merodean la plaza República de Perú. Unos 25 policías no evitaron que 15 familias construyeran casas de material.
Esta es la montaña del decoro, el monte de los olivos, la tierra prometida de los colonos.