viernes, 15 de octubre de 2010

CHI CHI CHI



Las canillas del lavadero. La llave del gas. Las lámparas y los cables de luz: los que van del sótano hasta el cuarto piso, los que van de la cocina al baño y del baño al living y del living a la pieza. Todo es un poco perturbador estos días.

Hasta hace unos meses y, particularmente hasta esta semana, parecía que el cobre era un legado de otro siglo, algo que occidente había superado, como el aceite extirpado a las ballenas. El cobre era sangre seca y vivíamos en paz porque ya nadie bajaba al centro de la tierra.

Pero los hechos existen para contradecir la calma y lo vimos por la tele. Primero, las imágenes de un alunizaje al revés, nos hizo pensar que los países pueden un día y a una hora determinada latir como un sólo órgano esencial. Después, pasó lo que pasa en las horas posteriores: el músculo que se había tensado vuelve a aflojarse para que se sienta el horror en un pinchazo. ¿Cómo es que alguien sigue buscando el PBI de una nación en las tripas de una montaña? ¿cuánto hay que poner en movimiento para que un drama no se vuelva tragedia y, además, sirva para escribir la épica necesaria para tiempos sin épica? ¿cuántos rescatistas, ingenieros propios y ajenos, ministros y comunicólogos hacen falta? Algunas cosas se responden con una calculadora y la historia de los apellidos ilustres de un país limpio, pero periférico. Otras, sólo Chile las sabe.

Días después del terremoto que bautizó la presidencia de Piñera, Pablo Paredes -poeta y docente chileno-, escribió pensando en el novísimo Presidente (arribado de La Alianza sin lírica) y la tragedia, si se intenta una resistencia a esta nueva venida de un conservadurismo más puro esta "deberá enfrentar el gran activo comunicacional del gobierno de La Alianza: ellos son, desde ahora, “El Gobierno de la Reconstrucción Nacional”.

En estos días veíamos en vivo cómo ese gobierno le salvaba la vida a 33 mineros y, al menos por un momento, si nos olvidamos de las condiciones lamentables de uno de los trabajos más penosos del planeta, es porque saber comunicar es un arte de guerra. Un arte que se resume a una dinámica central del que todas las otras son subsidiarias: negar y producir, producir y negar.

Una casi madrugada, mientras Feimann señalaba en pantalla gigante el hocico de un perro echado en el desierto de Atacama, se produjo el verdadero milagro: la derecha chilena rescatando mineros se transformó en Chile. Claro que mucha gente tembló, abajo y sobre la tierra, es cierto incluso que un operativo con el sello de la NASA puede salir muy mal. Pero lo seguro siempre fue una cosa: el poder latente de toda Gesta es pegar el volantazo de la Historia.

Ayer escuchaba una canción de Billy Bragg, un muchacho que de su nacimiento en un condado minero inglés supo hacer una marca con la que vendió un montón de discos. "El dinero habla por el dinero, el diablo por si mismo, ¿quién vendrá a hablar por la carne y por el hueso?" dice en There is a power in a Union, algo similar a lo que se escuchaba y se escuchaba hace años en Playa Girón, esa canción maravillosa de un Silvio Rodríguez maravilloso al que después mató lentamente su narcisimo y el amor por los mitos de un público deseoso de creer. Las dos canciones dicen algo sobre la prudencia en un sentido raramente no conservador. Quizás haya que aceptar que en los minutos donde los hombres están en peligro, se diga lo que se diga uno puede ser vulgar.

Los gauchos de este lado tendremos que volver a nuestro austero relato histórico del presente, un poco más enredado, lleno de guiños y figuras en una arena oscura y dura. En nuestra llanura no hay minerales. No tenemos un presidente de todos. No somos uno en la victoria. Estamos en conflicto. Y está bien.