martes, 11 de octubre de 2011

3 libros 3

Armada, Cucurto, Alemian
 
Seguimos con las presentaciones de libros VOX que van saliendo, sin orden pero con ganas.
Estaremos en el espacio La Usina donde los amigos usineros nos reciben con alegría. Bulnes 326  Bs. As. -  el jueves 13 de octubre a las 20 30 hs.
Los poetas darán una lectura de los libros y ricas bebidas circularan sin pausa.
 
Alegra el espíritu con sus canciones: Gustavo Angelini
 
Coordina: Leandro Selén
 
Ahab
Martín Armada
Foto de tapa: Sebastian Muzi
ISBN 978- 987-1073-31-3
 
 
 
 
En el gran canal murieron ochenta británicos,
 
el edificio en donde por un rato pega el sol,
de ahí tiraron.
 
una barba que a la luz tuvo tonos rojizos,
un ojo cerrado, un ojo abierto,
 
dios sea con el país del arpa,
 
dios sea con los animales que resbalan en las piedras
y se rompen la espalda
y arrastrados vienen por el agua y la espuma
verde del gran canal
a poblar las ciudades a las que de noche el mar vuelve
 
para que se encienda la luz de la cocina
en el barco de un marinero que no se duerme
y piensa en sus iguales como un tesoro.
 
 
 
El hombre polar regresa a Stuttgart
Washington Cucurto
Ilustración de tapa y grabados: Nahuel Vecino
 
ISBN 978-987-1073-28-3
 
 
 
 
Ramón

Ramón también se llamaba alguien lejano en mi familia,
no recuerdo si un hermano de mi padre, es decir,
un tío o un hermano de mamá.
Hubo un Ramón hace mucho. Un Ramón olvidado,
como todos los ramones sin alcurnia;
de seguro peón golondrina. Lo máximo: obrero de la
construcción o ladrón de bancos.
Mi tío Luis, hasta no hace mucho (la década del 70 del siglo pasado),
tiraba de un carro lleno de vegetales que vendía por los barrios
y conseguía en las quintas de Florencio Varela,
donde los hermanos bolivianos trabajaban bajo el sol
imperial. No hay sol mas duro que el de Florencio Varela.
Ni siquiera tenía caballo. El caballo era él.
Como pasa en la vida de cualquiera
y no porque cualquiera lo quiera, sino porque simplemente pasa.
Mi tío cambió el carro por un carro de ruedas gordas y un caballo.
Si no me equivoco el caballo se llamó Ramón.
Mi tío que, también era un inútil, como cualquiera;
se subió al caballo sin pedirle permiso y el caballo lo tiró al diablo
por maleducado: su nuca dio contra el empedrado.
Mi padre es un especialista en hermanos de cruento final.
Mi padre debió haber matado a aquel que mató a su hermano.
Pero el caballo era bueno, tenía una gran cabeza, una sonrisa de manzana
toda roja, a mí y a mis hermanitos que éramos todos repollos nos
miraba con todo el amor. El Caballo era de una raza gigantesca,
creció en extremo, para subirnos a él, usábamos una escalera
encima de un banquito, pa que se den cuenta de lo alto de ese animal.
Criollo, común y corriente, bello y fuerte.
Mi hijo se llama Ramón en memoria del caballo.
El nombre le quedaba un kilo y dos pancitos...
Así sucedía la vida con los hermanos de mi padre.
Jorge, Luis, Ramón, Federico, todos tenían nombres del pueblo.
Esta familia es un caso... que no ofrece ningún adorno
para la diadema de las musas...
Una familia que se dispersó como una banda de chorros
o correlegionarios por las calles de polvo de Quilmes,
Ezpeleta y Berazategui.
Llegará un día en que Berazategui será una gran ciudad,
tendrá un teatro parecido a la casa blanca, una autopista
que la atraviese en un suspiro. Y será rica en prostíbulos de travestis.
Mi familia se evaporó en un sálvese quien pueda, como una
banda de chorros, por culpa de mi padre que era un especialista
en hermanos de cruento final.
Jorge, hermanito menor de mi padre, murió en el trabajo.
Federico, hermanito intermedio de mi padre, murió borracho
muerto a patadas por otros borrachos amigos de él.
¡Cuando se les fue la borrachera todos lo lloraban! ¡Se mordían
los pies, se tajeaban con gilletes las pantorrillas, pero mi tío
ya había sido asesinado! Varios de estos borrachos amigos
asesinos de mi tío, se agarraron cangrena por los cortes,
el bicho les llevó un pie o ambos, una pierna o ambas.
Todavía andan por Quilmes, les llaman los hermanos Rengos,
los que mataron a Federico, de profesión choborra.
A Ramón lo mataron en una gresca clandestina de naipes,
debajo del Cruce Varela.
Trabajos, borracheras, malos finales.
En este orden: trabajos, borracheras, malos finales.
Mi familia se inició en los límites de Catamarca y Tucumán,
y terminó en el Sur de Buenos Aires.
El salvajismo y la ignorancia total también son un libro total
que espera que un solo hombre miles de años después, lo abra y lo lea.
A mi tío Ramón lo vi una sola vez en mi vida, tenía una sonrisa
de manzana, morocho, criollo, era el padre de mi padre, hermano
mayor, por muchos años. Para subirme a sus hombros, una vez
mi madre, me subió arriba de un banquito y yo escalé una escalera.
Desde los hombros de Ramón, Quilmes era un paraje lleno de pinos,
no había casas, ni autopista, ni prostíbulos de travestis.
Fue una sola vez que vi a mi tío Ramón y estuve en sus hombros.
Si me hubiese quedado ahí, hoy no sería un pobre hombre, seria un emperador
que termina en un loquero.
Del caballo, mi madre siempre me habló mal. No sé qué fue de él.
Hace poco, en la Avenida Calchaquí, me paró un tipo que me pregunto
si era hijo de Don Vega.
El tipo era extraño, me dijo que me conocía de chico. Sé que es imposible,
soy un hombre de cuarenta años y a mí nadie me conoce de chico.
Me habló de Ramón y me dijo que una tarde borrachos, nos lo comimos
en un asado memorable.
Mi padre le arrancó la cabeza de un machetazo.
Yo no le creo a cualquier boludo que encuentro en la calle.
 
 
 
Poemas pobres
Ezequiel Alemian
Ilustración de tapa Amadeo Azar
ISBN 978 – 987- 1037-32-0
 
 
 
 
 
 
24
De la primera fiesta me llevé
una dirección
y la promesa de un encuentro.
 
De la segunda, la impresión
de que en esta ciudad
no existe el peligro.
 
Vos igual estabas en otra,
a pocas cuadras del lugar,
disfrazada de fantasía
mientras hablabas sin parar
con tus amigos
del arte.
 
Cuando amanecía
se nos cortó el sonido.
 
Me subí a la bici
y anduve dos horas
pedaleando por el sur.
 
 
 
33
Un primer piso nuevo
en muchas construcciones
de la villa.
 
Cemento blanco y ladrillo hueco
sobre los ranchos.
 
Pasillos angostos entre las casas
y antenas en todos los techos.
 
Kioscos y almacenes.
 
Complejos de monoblocks
cercan al barrio
contra la autopista.
 
Nadie habla en la combi
que me lleva al centro
a máxima velocidad.
 
El sol se desploma
quemándolo todo.