lunes, 27 de septiembre de 2010

Madreselva


Las películas bélicas tienen un encanto que de chico es casi un ejercicio natural y de adulto una afición pertubadora. ¿Por qué nos gusta ver morir? ¿Qué es lo que nos gusta de la sangre? La otra noche vi Rescue dawn, una película con Christian Bale, dirigida por Herzog. Básicamente los tipos se escapan de una choza donde unos campesinos militarizados los tratan como perros y se meten en una selva que termina siendo mucho más que un escenografía exótica, para transformarse en una fuerza autónoma. Dos tipos tironenado para pasar entre la vegetación, aldeas abandonadas donde de las casas se ven apenas perfiles, algunos techos libres de algo parecido a una madreselva, pero más decidida. Me hizo acordar a lo que contaba J.E. Rivera después de ver a los trabajadores del caucho. ...jugué mi corazón al azar y me lo ganó la violencia.

Varios años traté de recordar el título de ese documental donde Herzog habla de lo que fue filmar en el Amazonas esa película en la que un barco queda clavado en un morro. Tampoco podía hacer memoria para recordar el nombre de esa peli en la que, como en tantas otras de Herzog, trabaja Kinski. Vi finalmente Fiztcarraldo, pero me gustó menos que aquel documental. Me pasé la película esperando ver alguien vestido con camisa celeste entre las hojas de uno de esos potus horrorosos que ocultan bestias. Al final, Kinski era menos que Herzog. Se nota cuando Kinski busca evitar hablar del señor director y, a su vez, todo lo que dice Herzog hace referencia a los momentos tensos compartidos con el actor durante el rodaje agua mineral de por medio. La indiferencia no siempre es un gesto tras el que se esconde un primate seguro de si mismo. Y, claro está, la indiferencia no mata.

Cuando apareció internet o más precisamente -muchos años después- durante aquella semana en la que coaguló la acción de "buscar" para reemplazar la mítica idea de "navegar", encontré unos comentarios sobre ese documental. El peso de los sueños se llama y por varios años más trabajé para que quedara en ese estado de la memoria que copia al neon, cuando no deja que un recuerdo se borre, pero tampoco horade. De algo sirvió, porque, pasado un tiempo, volví a buscar el nombre y supe que la filmó un tal Les Blank en 1982 y que el nombre en inglés es Burden of dreams. Durante un par de días boyé por varias páginas tratando de bajarla. No está o, por lo menos, no está disponible para los tipos con poco oficio de pesquisa. La volveré a ver en algún otro momento para festejar lo que nos une, algo así como una década de desencuentros. Eso sí, hay cosas que a veces reviso de ese documental, cosas que valían mucho la pena, aunque de casi todo eso puedo decir poco. Los que no tienen memoria guardan recortes de pelo.
Lo que me queda un poco más claro es el recuerdo de Herzog con la camiseta transpirada, diciendo algo así como que la naturaleza no es el contrapeso de la insatisfacción y la brutalidad humana, sino un estado de guerra permanente que, por suerte, cada tanto los hombres sabemos ordenar.

La Naturaleza es, en cierto punto, el ejemplo más a mano de la Nada, un vacío en tensión permanente con nuestra presencia. Lo sabían cuando el mundo era una sola cosa y lo siguieron sabiendo después, de un lado y otro del Muro. No habria que olvidarselo, esa es quizás la única y máxima enseñanza del Iluminismo. En ese sentido y por estos días, hay ejemplos tristes de involución, como en México, donde ya se dejó de pelear por el Estado, para desangrarse por el Territorio. En México ya no se disputan el Espíritu, sino la Materia. Está peluda la cosa, están en el horror que Herzog a su manera repite en muchas de sus películas. Grizzly man fondea esa profundidad, no es el mero relato de las andanzas de un oligofrénico enamorado de los cuadrúpedos, sino un ejercicio de Razón.

Kinski con sus ojos de piraña se enamoró de la selva para que se enamoraran de él. Eso es lo peor de algunos actores más o menos buenos: se saben mirados. Herzog, menos narcisista, optó por la aversión y, por eso mismo, se puso del lado de la esperanza. En concreto, ese Herzog creía en el universo humano como la única opción admisible, porque la Naturaleza, el mundo no dominado por el hombre no es malo ni bueno: sencillamente desconoce la idea de Justicia.