martes, 23 de noviembre de 2010

Serenos




Qué queda de la noche anterior en el ojo bovino del que no duerme, en ese ojo que es diferente entre el que estuvo en vela y el que decidió que era una buena oportunidad para encontrarse con los amigos, camaradas que hace tiempo pasaron a formar parte del ejército de hombres maduros y que ocasionalmente deciden prender fuego una neurona. Qué ve ese único ojo abierto del que tuvo que no dormir, mientras cierra el otro porque el humo del anteúltimo cigarrillo pica. Está en paz el ojo? y su propietario? cómo es el noche a noche de alguien que vigila? Si hay una respuesta está en lo que une al que vive en la calle, al que está en guerra y a los serenos.
Hace tiempo tuve un auto. Me gustaban dos cosas: la ruta y el garage. El ruido de un motor pasado de rosca y el olor de muchos autos enfríandose. el tornado y el agua remanente, más o menos. Y siempre hablar algo con el sereno, dos boludeces, ir aprendiendo sobre su familia, él sobre la mia. hay que cutivar lo necesario para saber la estructura que en teoría contiene al que te mira mientras hablás y matás el tiempo.
Cómo es el trabajo de estar despierto en el desierto en el que, a veces, entra alguien para decir buenas noches y apenas un poco más. Cómo se acientan los 20 puchos diarios y los dos, tres termos de agua caliente. Es verde y amargo el círculo de sal que separa al sereno de la nada.
Ya no tengo auto, pero 3 veces por semana salgo a la calle a las 6.30 de la mañana. Una hora atroz. No importa que hayan querido embellecerla, la frontera es algo horrible, porque es en la frontera donde se deja lo que no se puede pasar del otro lado. Y los serenos no pueden estar de este lado del día, son desterrados, morochos con la piel blanca dedicados a un oficio que suena raro en tiempos de paz.
La música de los serenos será por siempre la música de la década que pasó y del comienzo de la actual que, como están las cosas si hablamos de canciones, es más o menos lo mismo. Y siempre la radio, nunca otra cosa que no sea la radio y AM, porque hay que escuchar que los otros respiran, que siguen ahí.
No tienen miedo de que sin su ojo la ciudad deje de existir, es demasiado específico lo que los preocupa y quizás ni siquiera tengan claro cómo funciona ese punto fijo que te cruza sin cabacear a la orilla de otro día. Por ahí tampoco sepan que están más cerca de lo que creen de ver el orden impreciso de las cosas.
Vivir de día nos mantiene a salvo. Hay un secreto insoportable en el vacío de estar alerta.