martes, 30 de noviembre de 2010

Bombuchas

Otra más. Vamos cercando el tejo. Aunque venga la hora de discutir cómo y quienes van a tener que cocer la carne de las leyes, lo cierto es que los incumplimientos van a dejar de ser simples malos modos para transformarse en delito. Esa es la pulpa de la gesta revolucionaria de cualquier democracia.
El problema de la ley burguesa no es un problema escencial, sino de bases. Un problema cuantitativo. Y si algo tiene esta época para ser considerada digna es que gran parte de las nuevas leyes descansan en gente y hechos que, incluso siendo ambos horribles para algunos, nos acercan al fuego flaco de la Justicia republicana. Y de eso se trata, de arrimarse al hilo del que cuelga el esqueleto hasta ser multitudes.
La ley de Salud Mental fue sancionada por unanimidad y, como dice un amigo, con la abstención de Nito Artasa, último chiste de la UCR antes del apocalipsis que fue transformarse en el centro de un conservadurismo demasiado mezquino hasta en sus avanzadas. Por un lado, y de manera muy general, esta norma termina con la figura tutelar sobre las internaciones. Es decir, ya no basta un juez para determinar si alguien tiene que ser o no internado cualquiera sea el caso. Por otra parte, obliga a una atención interdisciplinaria, lo que significa que en los tratamientos de saldu mental, además de privilegiar los tratamientos ambulatorios, quienes lo necesiten van a recibir la atención de un psiquiatra, pero también de un trabajador social, de un tallerista... básicamente el sistema de salud pasa a reconocer algo que, más allá del conocido colpaso, manchaba la tan preciada gratuidad: los costos sociales pagados por los internados. Gente que por patologías leves o moderadas podría estar fuera de un manicomio y, por ende, no perder la posibilidad de trabajar, o evitar ser expropiado, o estafado mientras camina de pared a pared sobremedicado. Según la Dirección Nacional de Salud Mental y Adicciones, el 90% de las camas del área de salud mental corresponde a manicomios, solo el 10% se divide en casas de medio camino u hospitales generales. Por último, para los grandes críticos de la desmanicomialización, no van a cerrarse los manicomios, sino que no van a poder construirse nuevas unidades. Tampoco se piensa vaciarlos a tontas y a locas, eso respondió a un proyecto inmobiliario del macrismo que, por ahora, sólo da vergüenza. Es como si estuvieramos asistiendo al momento donde ya no se construirán más cárceles, ni más armas.
Una gran cantidad de las leyes sancionadas, de las que ya tienen media sanción y de las que se discuten en mesa de entrada, son la superficie de un estado hermoso de la cuestión, porque no hay nada mejor que historizar lo que tiene que ser historizado o será nada.
Se vienen, según el eslogan del espíritu navideño, momentos de hacer balances. Y esta vez, crease o no, mientras pan dulce, turrón y sidra comienzan a asomarse a las góndolas, hay una sensación térmica de algo similar a pequeñas, pero serias roscas mentales y privadas en medio de todo lo real.
Estamos a días de darnos cuenta que sentarnos en ciertas mesas, nunca va ser lo mismo.